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shelks estaba sentado en la parte delantera de la peque�a cabina donde nos hall�bamos
y no apartaba los ojos de una ventana que ten�a delante. Sujetaba entre las garras el
extremo de una varita que estaba metida en la tapadera de una caja instalada al lado de
la ventana. Cuando mov�a la vara a la derecha o a la izquierda, la m�quina voladora hacia
el mismo movimiento. �Y cuando bajaba la vara, la m�quina tambi�n bajaba! Fue Thorpf
quien lo notó, y mi mente formó un plan desesperado. Sin explicar a Thorpf los detalles de
mi plan, di un r�pido salto apart�ndome de los mogs que me sujetaban, y me abalanc�
sobre el shelk que manejaba la vara. Mientras ca�a sobre �l, cog� la vara y la baj� todo lo
que pude. Los shelks gritaron asustados y quisieron sacarme de all�. Me volv� dando
pu�etazos a diestro y siniestro, y luego hubo un choque y ya no supe nada... �Cuando
recobr� el conocimiento, estaba atado como t� me encontraste y los mogs nos
transportaban a trav�s del bosque! Luego apareciste t�, y ya sabes lo dem�s.
 La m�quina voladora quedó tan destrozada que no serv�a  agregó Thorpf, que
evidentemente hab�a visto algo m�s que Datto . Murieron dos mogs y tres shelks, y sólo
se salvó un shelk y los dos mogs que han escapado. Sin duda, el �ltimo shelk pensaba
regresar a Shawm y pedir otra m�quina voladora, porque ordenó a los mogs que
regresaran con nosotros a la ciudad. Nos ataron de pies a cabeza, para impedir que
pudi�ramos hacer da�o, y luego el shelk les ordenó que emprendieran el camino.
Supongo que llev�bamos cuatro horas de marcha cuando, fatigados de llevar cargas tan
pesadas, los mogs insistieron en descansar junto a esa enorme roca donde nos
encontraste.
 �Hab�is aprendido muchas cosas acerca de los shelks?  preguntó Tumithak .
�Cómo manejan sus m�quinas extra�as? �Qu� otras clases de armas poseen? �Cómo
viven y qu� comen? Cada vez estoy m�s convencido de que nuestra mayor desventaja es
el desconocimiento del enemigo.
Las observaciones de Datto entre los shelks
Datto vaciló.
 He averiguado algunas cosas sobre ellos, �oh Se�or de Loor!  respondió . Y
repar� en algo que tal vez pueda servirnos en adelante. �Recuerdas cuan silenciosa y
vac�a nos pareció la ciudad cuando llegamos? �Y que despertó con la llegada de la luz?
Pues bien, cuando la luz de la Superficie volvió a hundirse en el suelo y llegó la oscuridad,
la ciudad quedó otra vez en silencio. Al principio, Thorpf y yo no logr�bamos comprender
la causa de tal silencio, pero luego nos dimos cuenta, Tumithak. Los shelks emplean esos
per�odos oscuros para descansar, y se van a dormir todos hasta que regresa la luz, salvo
algunos que se quedan despiertos haciendo guardia. Si alguna vez regresamos a nuestro
t�nel y volvemos a atacar a los shelks, convendr� hacerlo durante el tiempo que dura la
oscuridad.
 Este descubrimiento puede ser valioso  opinó Tumithak, y estaba a punto de hacer
otro comentario cuando Tholura le interrumpió.
 �No podr�amos dejar para luego estas discusiones?  sugirió . La luz se acerca al
suelo y todav�a estamos bastante lejos del t�nel de los tainos. Pong�monos en marcha.
Tumithak comprendió el acierto de su proposición, y poco despu�s el grupo cruzaba la
gran llanura que conduc�a a las colinas lejanas. Nikadur se hab�a apoderado del tubo de
fuego del shelk muerto y hab�a cedido su arco a Thorpf, que era un excelente arquero.
Datto recogió una espada corta que uno de los mogs hab�a dejado caer en su apresurada
huida.
En marcha hacia el t�nel de los tainos. Aparición de los shelks
Viajaron varias horas y, seg�n Tholura, estaban muy cerca de la entrada del t�nel
cuando Thorpf lanzó un grito de temor:
 �A tu espalda, Tumithak! �Nos persiguen!
En efecto, se ve�a a lo lejos un numeroso grupo de shelks que se acercaban con
rapidez. Los hombres de los corredores se sorprendieron al ver con qu� velocidad
avanzaban las bestias. No corr�an, sino que daban grandes saltos que los elevaban sobre
el suelo, a una cadencia terrible. Sin duda era el mismo grupo que hab�an o�do antes y
probablemente habr�an sido puestos sobre su pista por los mogs que huyeron despu�s
del combate junto a la roca. Era evidente que estaban siendo perseguidos por aquellos
shelks. Tumithak lanzó una interjección de disgusto y desesperación, y estuvo a punto de
lanzarse a su encuentro, pero Tholura le empujó a un lado.
 �Pronto!  gritó la muchacha . Casi hemos llegado a la entrada del t�nel. Una vez
dentro, quiz� podamos despistarlos en el laberinto de corredores.
As� pues, se volvieron y huyeron hacia las colinas. Durante media hora corrieron
locamente tras la muchacha vestida de azul. Pero cuando volv�an la vista descubr�an que
la partida de shelks se acercaba m�s y m�s. Al fin, cuando Tumithak ya cre�a que no
hab�a otra elección sino volverse y luchar o morir huyendo, la muchacha se detuvo de
repente.
 �Aqu�! �Detr�s de esa piedra!  exclamó y, al mirar adonde ella se�alaba, Tumithak
vio una estrecha grieta entre dos rocas . �Adentro!  jadeó . Puede que a�n los
burlemos.
Pero Tumithak sab�a que no pod�an limitarse a correr, porque los shelks estaban
demasiado cerca. Los ar�cnidos se hallaban a menos de cien metros y, cuando el grupo
se metió en el t�nel, Tumithak vio que el jefe de la partida, que llevaba la delantera,
alzaba ya su tubo de fuego para apuntar. Anticip�ndose, envió una r�faga de calor hacia
los shelks y luego se metió en la boca del t�nel, muy semejante a una cueva natural.
Disponen que el grupo se divida al entrar en el t�nel taino
 Est�n demasiado cerca  le gritó a Tholura . Datto, Thorpf y t�, acompa�ad a
Tholura hasta que se re�na con su pueblo. Nikadur y yo tenemos armas shelks. Nos
quedaremos aqu� para alejar a este grupo de shelks. Si huy�ramos todos, nos seguir�an
hasta la ciudad y destruir�an a todos los tainos. �Vamos, Nikadur!
Tumithak regresaba hacia la entrada.
Los dem�s vacilaron un momento. Luego, Nikadur se puso a la izquierda de su jefe,
empu�ando el tubo de fuego. Con gran sorpresa de Tumithak, Tholura se puso a su
derecha.
 No puedo dejarte, Tumithak  dijo . No te abandonar� para que mueras por m� y mi
pueblo.
Tumithak hizo un gesto de impaciencia.
 No soy tan tonto que desee morir por un pueblo del que no s� nada, Tholura. Esto no
ser� tan dif�cil como supones. Aqu� en la entrada estamos a cubierto, y tenemos las
mismas armas que ellos. En cambio, ellos no pueden cubrirse, e ignoran que yo poseo y
s� manejar una de sus armas de fuego. Ver�s cómo los despacho pronto.
Levantó el tubo de fuego mientras hablaba y disparó una r�faga de calor. Los shelks
lanzaron un resonante chillido de sorpresa. Tholura miró por encima del hombro de �l y
vio que los enemigos trataban de cubrirse. Tres de ellos yac�an en el suelo, uno muerto y
los otros dos gravemente quemados. Tumithak rió y su proyector de fuego volvió a lanzar
un rayo invisible. Un cuarto shelk se dejó caer y replicó al fuego, y un lado de la cueva se
puso al rojo mientras volaban esquirlas de roca alrededor de los defensores. Cuando se
atrevieron a asomarse otra vez, los shelks ya hab�an logrado cubrirse detr�s de rocas y
�rboles, y la batalla se convirtió en un juego de paciencia. Poco despu�s, Nikadur ahogó
una exclamación satisfecha y apuntó con su tubo. Uno de los grandes �rboles empezó a
arder cerca de la base, donde hab�a recibido el rayo t�rmico, y el shelk, lanzando un
�spero grito de angustia, salió del escondite que el calor hac�a insoportable y corrió hacia
una roca cercana. El rayo de Nikadur cortó su carrera, y cayó hecho cenizas
irreconocibles. [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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